Novena San Benito de Palermo
(26 de marzo - 3 de abril)



ACTO DE CONTRICIÓN:
Señor mío Jesucristo, Dios y Hombre verdadero, Criador y Redentor mío. Postrado a tus divinas plantas, arrojando debajo de ellas mis yerros, y arrepentido de mis innumerables culpas, mediante el poderoso patrocinio de mi valedor, y tu fiel siervo San Benito, a quien otorgase la gracia de atraer a tu amistad muchos endurecidos pecadores: aceptad, Señor mío por sus méritos, el dolor de mis culpas, y el firme propósito que tengo de no volver a cometerlas, y de confesarlas enteramente todas. Dadme Señor tu divina gracia para no volver más a perderte, ni aún con la más leve imperfección; así que perseverante en amarte y servirte, merezca morir en gracia tuya, para gozar eternamente en la gloria. Amén.


Pequé Señor:
Habed misericordia en mí.



ORACIÓN PREPARATORIA:
Oh glorioso abogado y protector nuestro San Benito, que gozas en el cielo del poder y de la misericordia de Dios; por aquel amor de caridad que inflamó tu pecho y te hizo émulo de serafines, te suplicamos intercedas por nosotros, pobres pecadores y remedies todas nuestras necesidades espirituales y temporales, para que haciendo frutos dignos de penitencia, vayamos creciendo en virtudes y méritos hasta conseguir la vida eterna. Amén.


LECTURA DEL DÍA CORRESPONDIENTE:

DÍA PRIMERO (26 de marzo)

DÍA SEGUNDO (27 de marzo)

DÍA TERCERO (28 de marzo)

DÍA CUARTO (29 de marzo)

DÍA QUINTO (30 de marzo)

DÍA SEXTO (31 de marzo)

DÍA SÉPTIMO (1 de abril)

DÍA OCTAVO (2 de abril)

DÍA NOVENO (3 de abril)






DÍA PRIMERO
San Benito de Palermo, llamado el Santo Negro, nace en Filadelfo, pueblo de Mesina en Sicilia, en el año 1526, de padres negros pero cristianos muy piadosos oriundos del África. Desde su infancia es educado en el santo temor de Dios y muy pronto comienza a dar pruebas de virtud y santidad. Es caritativo con los pobres y fiel cumplidor de sus obligaciones.

Lo dedican a cuidar ganado y muestra en su oficio, el buen negrito, una gran fidelidad al mismo tiempo que ejercita el apostolado con sus compañeros. Aunque no sabe leer, es muy aficionado a la oración y a las cosas de Dios. Oye con frecuencia las palabras de Jesucristo que invitan a la perfección. “Si quieres ser perfecto, anda, vende lo que tienes, dáselo a los pobres y tendrás un tesoro en el cielo. El que quiera venir en pos de mí, que se niegue a sí mismo, tome su cruz y sígame. No llevéis nada por el camino”…

Un santo ermitaño le anima a seguir la vida ascética. Benito vende lo que tiene, lo da a los pobres y se retira al desierto donde lleva una vida recogida y ordenada. Duerme en el suelo, se viste con una áspera túnica y ayuna casi continuo. Su oración es fervorosa y constante. Su contemplación llega a una comunicación íntima con Dios. Su oración es fervorosa y constante. Su contemplación llega a una comunicación íntima con Dios.

Oraciones finales...






DÍA SEGUNDO
Dios, siempre admirable en sus santos, comienza a dar a su siervo el don de hacer curaciones maravillosas que le valen la admiración de los hombres. Huyendo de todo esto Benito se esconde en una ermita del lugar que siglos antes había hecho célebre Santa Rosalía. Y allí permanece hasta que una disposición del Papa Pio IV obliga a los ermitaños a ingresar en alguna de las Órdenes conocidas. Precisado a abandonar su amada soledad, Benito pide ser admitido en el Convento Franciscano de Santa María de Jesús de Palermo, cuyos moradores, conociendo ya las virtudes y milagros que adornaban el servicio de Dios, lo reciben con los brazos abiertos.

En la vida de comunidad, asimila el espíritu seráfico, aumenta sus mortificaciones, ayuna las siete cuaresmas del Padre San Francisco y se dedica a los oficios más humildes del Convento. Por su profunda humildad, su extremada caridad y celestial prudencia es el más perfecto modelo religioso observante. Todas estas prendas no pueden ocultarse a los religiosos compañeros del santo, quienes resuelven elegirlo por su Prelado, aún cuando se trata de un sujeto sin instrucción literaria. Grande es la confusión que siente al verse Superior a sus hermanos. Desea renunciar con todas sus fuerzas del cargo, pero la obediencia le obliga a aceptar.

Oraciones finales...






DÍA TERCERO
Viéndose Superior del Convento prorrumpe el santo en estas voces: “¡Padres y hermanos míos! ¿Qué habéis hecho, cuando ser esclavo del menos no merezco; guardián a un hombre tan malo, tan idiota y el inferior a todos; a un negro hijo de esclavos, superior de tan gran Convento?” Esto dice para que le admitan la renuncia. Pero Dios así lo dispone y es aceptada la voluntad del capítulo que lo elige. Gobierna con primor, como pocos lo habían hecho, poniendo sumo esmero en desempeñar su oficio con toda perfección.

La dignidad no le impide progresar en la virtud. Amonesta a sus hermanos con pláticas fervorosas pero más con su constante ejemplo de vida austera.

Dedica su tiempo al servicio de Dios que le recompensa llenando su corazón de suavidades divinas. Es elevado al aire en frecuentes y dulces éxtasis. La virgen María se lee aparece con el Niño Jesús en los brazos y lo deposita en los del santo. En la oración y unión con Dios gusta y aprende Benito la sabiduría y ciencia de los santos. La gente lo busca para pedirle consuelo y consejos. Teólogos de Trento consultan con su humilde hermano y luego quedan admirados de sus respuestas. Por su santidad y sabiduría desean verle y oírle El Papa, Los Cardenales, El Obispo de Palermo y El Virrey de Sicilia.

Oraciones finales...






DÍA CUARTO
Tal es su espíritu de mortificación que es llamado “El más famoso penitente que tiene la Orden Franciscana en los siglos de oro”.

Encargado de la reforma de su Convento, la lleva a feliz término con suma caridad, sin dispensar en nada el rigor de la pobreza, de la obediencia y castidad, con un dominio soberano de sí mismo en todos sus actos para juzgar siempre con rectitud y nobleza, con caridad y justicia.

Su modelo es el mismo Cristo vivo en el Evangelio, en el Sagrario y en el prójimo. Su norma de vida es la Regla que ha profesado y abrazado con toda generosidad y la que se propone cumplir hasta el fin de su vida.

Casto y puro como un ángel, se gana la voluntad de todos, llevándolos suavemente por el camino de la observancia más perfecta.

La imagen del Padre San Francisco está siempre a la vista para imitar su modo de pensar, de hablar y de actuar. Desea reproducir en sí los ejemplos de su santo fundador.

Su humildad le lleva a pedir perdón de rodillas a un novicio a quien había reprendido con esperanza. Su caridad se extiende no sólo a los religiosos, sino también a toda la gente vecina al Convento. Para todos tiene acertados consejos y aún patentes milagros.

Oraciones finales...






DÍA QUINTO
A quien pide paz con el esposo, contesta:
“Llora tus pecados y conseguirás lo que pides”. A quien busca bendiciones, dice: “Comulga cada año y te bendeciré”. Le atraen los niños, como al divino Maestro. Los ama y los bendice. A uno despedazado por una fiera, lo devuelve sano y salvo a su madre atribulada. Cuando los médicos se sienten impotentes para salvar a una madre acude Benito con el poder maravilloso que Dios le había dado.

Unos novicios tentados por el demonio determinan dejar el Convento. Está es santo en oración , en el coro, cuando sabe por revelación que ya han salido. En el mismo momento se les hace encontradizo y les reprende su poca fe y los regresa, imponiéndoles una buena penitencia. Ora por ellos y no abandonan la Orden: “Miren hijos, que siente el demonio que hayan elegido el estado religioso y envidioso les quiere engañar. No sean ingratos a Dios que los llamó por su gran bondad. Si a otros hubieran elegido, mejor hubieran correspondido”. San Benito encuentra fácil el remedio contra las tentaciones: “Rece un Credo y desaparece el diablo, y todas sus astucias infernales. Su alma se encuentra bien fortificada, el enemigo no encuentra por donde atacar”.

Oraciones finales...






DÍA SEXTO
San Benito tiene una confianza ilimitada en Dios. Es el hijo sencillo, humilde y fiel a la voluntad del Padre Celestial infinitamente bueno.

En cierta ocasión camina acompañado de un hermano por el desierto. Se siente desfallecer: “pongamos en Dios nuestro cuidado y Él nos sustentará. Vamos hermano, no cuidemos otra cosa ni pensemos más que en Dios, que por cuenta corre el ayudarnos cuando hay necesidad”. Y el milagro aparece al punto. Pero la santidad no consiste en milagros, sino que éstos vienen a ser una manifestación de aquella. La santidad consiste en el amor a Dios. Cuando más se ama a Dios y al prójimo, a más grados de santidad o caridad llega el alma, puesto que más participa de la fuente inagotable que es Dios. El amor divino inflama el corazón de San Benito y lo transforma en un serafín. Tiene continuamente a Dios presente y nada ni nadie le impide esta dulcísima presentación amorosa. Abre las ventas de su habitación para desahogar los incendios de su alma. De su rostro brotan rayos de luz, como si fuera otros Moisés. Busca donde expansionar sus afectos. Corre por montes y colinas llamando al amado de su alma, al deseado de su corazón.

Oraciones finales...






DÍA SÉPTIMO
Hermano Vicario, no se inquiere y cuando llegue la hora de comer; toque a comunidad que no faltará nada para el Obispo y los religiosos, como es costumbre en esta solemnidad” y los ángeles le ayuda a preparar la comida en un día de muchos invitados y de poco tiempo para hacerla a la hora señalada. Al Convento llegan innumerables pobres y a todos se les socorre, pero un día no hay nada para darles, sólo lo necesario a los religiosos: “Pues vaya y tráigalo todo, dice el santo y delo a estos mendigos, que Dios proveerá”- y Dios siempre clemente y misericordioso, hace que haya para todos, efectivamente. San Benito es vigilante observador de la regla; el primero en el coro y en el coro y en los trabajos de la casa, tomando para sí los más humildes y llevando las cargas de los demás. Los enfermos confían en el poder del Santo Negro y a él acuden pidiendo la salud de su cuerpo.

El Santo les consigue también la salud del alma. Ama con pasión y delirio la pobreza como hijo fidelísimo del Padre San Francisco de Asís. Para él lo más duro y áspero; para lo demás, lo justo y necesario, todo lo útil y conveniente y cuando le dicta la caridad de su alma franciscana.

Oraciones finales...






DÍA OCTAVO
No se preocupe, por Dios, Padre, por haber podido comprender hasta ahora el genuino sentido del lugar de la Escritura. Yo se lo explicaré, si Dios fuere servido”. Y poco a poco, paseando por el claustro, enseña a un gran doctor como hay que interpretar la palabra de Dios. Todos admiraban su erudición tan grande y rara en un simple hombre; su estilo suave y convincente, su celo en bien de las almas apoyándose en la palabra inspirada. Es el asombro de todos por su prudencia en las palabras y en el modo de actuar. Estas dotes son atribuidas a la santidad de su vida.

Hermanos míos, hago oración por la tierra de Indias y lloró con tal desconsuelo al ver tantas almas en la oscuridad de las tinieblas del gentilismo y sentadas en las sombras de la muerte”. Hace grandes penitencias por los pecados con que se ofende a la majestad de Dios.

Mantiene la inocencia de su alma hasta la muerte, según reza de él la Iglesia, en el Breviario. San Benito recibe del cielo un poder extraordinario para remediar las necesidades de sus devotos. Restituye la vida a siete muertos, cura de su enfermedad a diecinueve leprosos, da la vista a diez ciegos.

Oraciones finales...






DÍA NOVENO
Llega el año sesenta y tres de su edad. Tiene veintidós años de vivir en la Orden. Conoce el momento inminente de pasar de esta vida a la eterna. Se prepara fervorosamente y en día y hora por él señalado, entrega su espíritu en manos del Creador. Es el día tres de abril de mil quinientos ochenta y nueve. Su cuerpo se conserva aún incorrupto y exhalando un perfume celestial. Pronto comienza a ser objeto de pública veneración de los palermitanos. Numerosos devotos de Sicilia y Nápoles, de España, Francia, Alemania, Polonia y aún de América acuden a su sepulcro en demanda de favores. Y los milagros se multiplicaban al contacto de sus reliquias, pedazos de madera del féretro y tierra del sepulcro donde estuvo el cuerpo del santo. El Papa Benedicto XIV lo declara beato y después de nuevos prodigios, Pio VII lo inscribe en el catálogo de los santos.

Devoto del glorioso San Benito, pon tu confianza en el Señor y por méritos y súplicas de su siervo fiel, espera con gran fe y confianza conseguir el favor que pides. Los santos son los grandes amigos de Dios. Como Abraham, Isaac, Jacob, Moisés, David. A ellos podemos y debemos acudir en todas nuestras necesidades. Con fe, confianza, con humildad y perseverancia.


ORACIONES FINALES:

Ofrecemos tres Padres Nuestros a la Santísima Trinidad para alcanzar por medio de San Benito la gracia especial que pedimos en esta Novena.

Hágase la petición a San Benito.



ANTIFONA:

- Oh amante de la humildad.
- Maestro de doctores
- Sanidad de enfermos
- Perseguidor de vicios
- Esperanza de afligidos
- Huerto de rosas
- Aljaba de las saetas del divino amor
- Vallado de los lirios de la Pasión de Cristo
- Norma de los prelados


Ruega por nosotros, Bienaventurado Benito.
Para que seamos dignos de alcanzar las promesas de nuestro Señor Jesucristo.



ORACIÓN:
Dios mío, que el Bienaventurado Benito tu confesor abasteciste de celestiales dones y lo ilustraste en tu iglesia con signos milagrosos y lo clasificaste con virtudes eximias: concédenos que por sus méritos consigamos largos beneficios de tu liberal mano, por tu Hijo Santísimo, que vive y reina con el Espíritu Santo a tu divina diestra. Amén.


ORACIÓN FINAL:
Oh Dios, que has adornado al glorioso San Benito con celestiales dones y lo has ilustrado en tu iglesia con virtudes heroicas, signos milagrosos; concédenos por su intercesión la gracia especial que te hemos pedido en esta Novena, si ha de ser para mayor bien en nuestras almas. Te lo pedimos por nuestro Señor Jesucristo que vive y reina por los siglos de los siglos. Amén.